he ido aprendiendo.
14 veces mantra
he ido aprendiendo.
tres-secretos
él está de viaje, y en la madrugada, ella se fue a la sala y estuvo allí con las luces apagadas. la sala, una cueva mucilaginosa, profunda y fría. allí, rodeada de los sonidos de la soledad, esas aves nocturnas que giran en lo negro, comprendió que dentro de ella guardaba tres secretos: el primero, no estaba sola. el segundo, ese instante era apenas una ilusión. y el tercero y el más grade de todos le reveló que en realidad el amor de su vida dormía en casa. su niño dormía en su cuarto, y ella no estaba sola. y era feliz siendo ella misma, y no otra, engaños de su enfermedad, de su cruenta enfermedad que a veces se duerme, se descuida y le deja ver que la felicidad es una utopía posible.
1, 2...
me llamo también Adrenalynn, bailarina classic, en blanco y negro tutú zapatillas. Y de club y a colores, entre luces rojas y azules, atlética contorsionista.
Adrenalynn soy para ti, cariño, artista del tatuaje. puedes pedirme una cita que yo te esculpo. mira mi muestrario. mi brazo, con la muñeca del videogame, mi baja espalda, las dos estrellas que iluminan mis médanos de carne, noche y día, hasta que los gusanos las apaguen con el hambre de sus dientes fúnebres.
Adrenalynn soy, estrella, diva, enorme para mis fans, desnuda abierta completa, secreta sin mi secreto.
ven, mira, justo ahora hay un foco sobre mi marca escondida entre colinas. aunque escondida no es la palabra que mejor se acomoda, pues mis promontorios se muestran abiertos y plenos bajo la angustia anhelante de unas manos caníbales.
ven, mira mi secreto
el secreto que rodea al vórtice, rayos y centellas de tinta.
Adrenalynn soy y guardo para ti el más fascinante de mis encantos.
he hecho de mí una obra de arte, arte del cuerpo y arte del tatuaje.
sólo tienes que venir a verme cuando estoy trabajando, en el club, en la pantalla eternizada del motel, con Rhylee y con algún otro de esos que viven de su impensante.
me llamo también Adrenalynn. Adrenalynn soy y no necesito ni amor ni cariño ni historias bonitas.
soy ella y soy todas
conmigo no llegas hasta 3
1, 2... y ahí mueres.
las dos piernas flacas de Uschi
Two jumps in a week
I bet you think that's pretty clever don't you boy?
Flying on your motorcycle,
Watching all the ground beneath you drop
You'd kill yourself for recognition,
Kill yourself to never ever stop
You broke another mirror,
You're turning into something you are not
Don't leave me high, don't leave me dry
Don't leave me high, don't leave me dry
Drying up in conversation,
You will be the one who cannot talk
All your insides fall to pieces,
You just sit there wishing you could still make love
They're the ones who'll hate you
When you think you've got the world all sussed out
They're the ones who'll spit at you,
You will be the one screaming out
Don't leave me high, don't leave me dry
Don't leave me high, don't leave me dry
It's the best thing that you ever had,
The best thing that you ever, ever had
It's the best thing that you ever had,
The best thing you ever had has gone away
10 veces o más
debo ser un geisha, callar, humillarme. pedir perdón diez veces o más.
esto es lo que todas las mujeres debemos hacer. morir bajo el ala protectora, hacer como que morimos en el intento. no creo en las pájaras bravas. esas terminan víctimas de ellas mismas.
no creo en los tejados. en la luna. en el zarpazo.
no creo en jesús pero tampoco en los beatles.
no creo en mí. ni siquiera en mí.
debo meterme dentro de aquel carro viejo, en la parte de atrás, bajo la sombra del árbol, y fumar. fumar callada contemplando las diez ramas de la sabiduría. acá en el medio del bosque donde a ratos he sido loba, donde a ratos he sido Erszebeth.
no quiero pertenecer. no quiero ser moderna. no quiero ser liberada. yo soy un tatuaje antiguo. el tatuaje de un aguamanil. el tatuaje de un cinturón de castidad. el tatuaje de una dama de hierro que espera la llegada de su marido guerrero.
yo soy la que gobierna el mundo. mi mundo pequeño, las cuatro paredes de mi castillo son las cuatro paredes del mundo. desde mi tontería aparente destrozo las armaduras que los hombres fabricaron.
hay que hacerse la gafa. eso es lo que ellas no han entendido.
arrodillarse, bajar la cabeza para que no te vean los ojos puñales
mientras pides perdón
diez veces
o más
qué importa
ya él duerme a mi lado.
nieve con vuelta en U (y tatuaje)
dime tú, mi señor, dime tú qué hay detrás de tu oscuridad, dame una respuesta que aplaste la infinita angustia de no tener palabras que decir en esta noche vacía y fría y saturada de nieve.
soy la loba que espera sobre la colina, tengo una pata herida y lloro en silencio. en la distancia aúllan los innobles. sólo tu callas. sólo tú y sólo yo y sólo la nieve.
todos esos aullidos y todos los grillos y todo el bramido del río y el siseo de la montaña, los tambores apagados del viento entre las ramas, nada de eso se escucha, nada de eso es sonido. son apenas trampas del silencio, ilusiones.
y yo aguardo, aguardo en mis cuartos traseros, en la boca el sabor a sangre y en la pata la herida que se congela. fría sobre la nieve soy.
más allá, tus ojos, más allás los ojos de los dragones, de los draculs. y mi castillo es una roca gélida, y las masmorras están ahítas de sangre seca, y la dama-reloj desfallace en sus últimos suspiros herrabundos. ya nada queda de lo que fui.
sólo soy la espera, ni siquiera la esperanza. la espera. la espera en la colina, hipnotizada a distancia.
una mujer llora, un niño llora. alguien los devora. y yo no soy más que una estatua sobre sus cuartos traseros, congelados, intactos en su centro, cerrados dentro del cinturón de castidad que les has impuesto.
te anhelo, tu piel espesa, tu mal aliento, tu verga caliente. te anhelo, pero tú has optado por el castigo. me haces esperar, lo sé. o eso por lo menos creo.
me dices que me quieres, que me quieres mucho, pero que no me confunda. me quieres pero no sabes si serán posibles otras cosas conmigo. el amor, por ejemplo. el sexo, nada más, nada menos. el sexo, el polvo, sí. porque eso de hacer el amor es un somera estupidez que las de nuestra raza no nos podemos permitir.
y yo pienso en un atardecer marino y tropical. en una piscina, en una cocada, en una sonrisa, en mis senos al sol, las piernas, humana con hilo dental. y te veo viéndome, y te veo deseándome.
quizás llegue ese día en que se derritan las nieves y yo pueda ir a tatuar tu rostro. quizás llegue el día en que yo pueda marcar tus regiones, identificarte, darte forma. serás el hombre tatuado en la playa de mis días. serás el hombre tatuado en la luna de mis ensueños. serás el hombre tatuado en mi cama. te pintaré una sonrisa. te pintaré la palabra amor en la boca. te amo, me dirás cada noche, cada tarde, cada mañana, tú mi Golem tatuado, tú sobre mi cuerpo, tú llorando sobre mi, muerta de tanto placer que por fin me diste.
ocho mil kms
Tengo esa frase clavada en la frente desde hace días, y mientras pienso esto, es decir, mientras no puedo olvidar esta frase, recuerdo que hace días que se me acabó el Sertraline. También pienso en la carátula de una novela que me compré en la feria del libro (creo que la foto es del fotógrafo Luis Brito). En ella salen un asomo de piernas, unos pies femeninos y un helado de paleta derretido sobre una escalera. No sé si la de la foto está desnuda. No sé tampoco si es una mujer o una niña. Pareciera no tener las piernas rotas, y el helado se le derrite en el piso sugiriendo un goce orgásmico. ¿O será que se le derrite la entrepierna?
María tiene las piernas rotas.
No puedo dejar de repetirme esa frase. Es como si guardara un misterio. Pero no encuentro el gozne, ni siquiera la aldaba que me permita asomarme a sus revelaciones.
María tiene las piernas rotas, y él sigue durmiendo en el sofá.
¿Será que soy yo la que tiene las piernas rotas?
¿Será que soy yo la que no puede pararse de la cama, e ir donde está él, y acabar de una vez por todas con este intersticio de dolor que nos arropa?
María tiene las piernas rotas… y hay ocho mil kilómetros de distancia
siete sierpe
y lo único que hacía era vomitar
vomitar y buscar defectos
en él
(en ti, mi amor)
para justificar la enfermedad
en ella
(en mi)
cepo más que letal
agujero con dientes
labios leporinos
teratoma
crecía
en su cerebro
un tumor
un cáncer
una personita mala
que supuraba por la frente
el detritus del lado oscuro de la luna
que ella vomitaba
-volvemos a mi vomito sí-
a eso se dedicaba
a vomitar culpas
acusaciones
delirios
locura inteligente
y el teratoma que crecía
esa otra carita fea
y lastimera
que refunfuñaba
que gritaba
que gangrenaba
la otra cabeza
de la sierpe
de siete vidas
felina casi
seis cientos sesenta y seis siglos fuera
nunca entendí que primero era mi enfermedad. me engañé y terminé haciéndoles daño, haciéndome daño. ahora, vuelvo a los pies de gran árbol. sus largas barbas me hablan del tiempo, del tiempo que ha pasado desde que el universo nació, desde que yo no vuelvo, hace seis siglos, seis cientos sesenta y seis siglos.
las puertas del bosque están abiertas. entro, y consigo el claro donde abre sus puertas el templo. allí he vuelto a hablar, a conjurar, a entender. nunca había entendido la frase que estaba escrita en la pared. la repetía automáticamente. ahora entiendo. ahora sé que primero es mi enfermedad. si yo estoy bien con mi enfermedad, entonces estoy bien conmigo misma y estoy bien con mi hijo y con él y con la vida. no como hace poco, cuando grité frente al niño, y él se preocupó y lloró y se abrazó a su padre.
huyeron, ambos huyeron de mí, y yo me quedé de rodillas sobre el granito. en realidad en cuatro patas, convertida en la bestia feroz, convertida en la cosa deforme que aúlla a la noche e invoca las pieles de la Báthory.
ya no puede ser. me detengo, guardo silencio. sólo eso queda: el silencio y una cama vacía. allí duermo y tengo frío. sí, he vuelvo a tener frío. él está afuera, duerme en el sofá cama. lo necesito. pero no iré hacia él. debo curarme primero, debo lamer mis heridas con las lenguas de mi arrepentimiento, con mi verdadera voluntad de vida.
Cinco mentarios
estoy enferma. tengo que aceptarlo. he vuelto al templo de los hombres deformes y he escuchado a mis iguales. de inmediato volví a caer en razón. la enfermedad impera. se ha apoderado de mi, me ha vuelto lo que ahora soy. quise llorar, pero aún no me salen las lágrimas. ya lloré demasiado, hace mil años. dos noches he ido al templo de los hombres deformes. dos veces he regresado a casa, en silencio. él está en la cama. nada dice. mi bebé duerme en el cuarto. y yo busco entre las sombras un poco de paz. la lámpara de la mesa de noche, el libro. sus manos buscan mi cuerpo, esa plataforma fría de la antártida. aún no estoy lista, pero tampoco lo rechazo. son mis manos entonces las que se mueven y buscan en su entrepierna. le doy placer manual, lo dejo agotado con mi respiración en su oreja, con mis batidas de mano. vuelvo al libro, y no puedo leerlo. sólo pienso en mi enfermedad, Lo lamento, lo lamento mucho, lo lamento hasta el fin de mis tiempo, lo lamento hasta el más allá, lo lamento hasta la otra vida, quizás allí, cuando yo sea otro ser,cuando tú seas también otro, quizás amor, en esa nueva historia, seremos felicies.
4 - Huella
El hombre que yo sueño
sale por las noches
luego de la lluvia
y se interna en el bosque
que sólo nosotros conocemos.
Busca en la tierra
olfatea el barro
y consigue la huella
recién dejada por el lobo.
De ella bebe
el agua empozada
y alza sus ojos a la luna.
Aúlla
transmutado
y me busca.
Me despierto
y abro la ventana
pero él no sabe cómo salir
de mis sueños.
Quizás
yo deba ir al bosque
y esperar, bajo la lluvia
hasta que él encuentre
otra huella,
esta vez la mía.
Frigitrez
el sábado salí con él. me sentí Erzsebet. él estaba contento, yo nada sientía. ya lo dije, tiempo que nada siento. aunque decir tiempo es mucho. el tiempo para mi no existe. soy una condesa sentada en el medio de la nieve, sobre un trono de lobos muertos. allí estoy, pálida, los labios enrojecidos. yo lo amo. no puedo negar que lo amo. pero algo sucede conmigo. estoy apagada. tengo una tendencia a la autodestrucción yerta que no me sé explicar. no quiero vicios, no quiero amantes. sólo quiero estar muerta. quizás, me he dicho, quizás pudiera causarme emoción una muñeca autómata, una doncella de hierro, una virgen terrible de esas que fabricó el relojero Dolna Krupa para ella, para mi alterego del pasado, mi horrenda madre. quizàs, sí, quizas necesite un reloj mujer que vaya y abrace a una criada -la nana- y en pleno abrazo, eyecte sus sables. quizás, me digo, jugando a ser de Erzsebet en Csejthe, quizás me cure. no sé. me gusta la blancura de la nieve, el frío, mi boca roja que sangra, gotas perfectas sobre el manto luminoso. la lejanía. así, allí, estaba yo el sábado. él me hablaba, me tocaba, y yo recta sobre el asiento mirando sin mirar a Anthony Kiedis en los monitores, sin camisa, musculoso. él tampoco me producía nada. ni Bono, que vino después, ni los chicos Gallagher, que sucedieron a Bono. nada, nada me excita, nada enciende la llama de mi entrepierna. estoy congelada, y se siente bien esta muerte de vampira. sé que en cualquier momento puedo estallar, eso sí. sé que puedo herir. tengo miedo, pienso en mi niño, pienso en èl. no debería hacerles daño. quizás, si me tomara de verdad el sertaline que me recetó el siquiatra. quizás deba pellizcar la piel de mi alma con los alicates del amor. dejarme amar, sí, eso debería, salir de estos mundos de ficción en los que me pierdo. no sé, nada siento, y el sábado estaba allí, a su lado, en aquel local, reina del frío, reina de la noche, reina de su alma enamorada, pobre de él, no quiero hacerle daño. pero quizás deba de empezar a dejarme de hacer daño yo misma.